ARLANZA – TEXTO INTRODUCTORIO


Esta comarca, situada al sur de la capital, integra un espacio correspondiente a dos unidades geomorfológicas distintas que están vertebradas por el río Arlanza: una, la oriental, típicamente montañosa, corresponde al conjunto de sierras de la orla mesozoica que bordea la Sierra de la Demanda por su vertiente meridional; la otra, tierras de llanura, pertenece a la cuenca sedimentaria de Castilla la Vieja, que tiene precisamente aquí, en Burgos, su borde oriental y su comienzo. Una alineación de relieves calcáreos, desde la Valdosa (1.412 m) y Peñas de Cervera hasta el Risco (1.047 m), constituye el interfluvio que permite distinguir de manera nítida el límite meridional de esta unidad territorial, pues estos relieves enrasan hacia el sur con los depósitos de la cuenca del Duero, a través de los páramos de Fontioso.

El tramo serrano se caracteriza por un relieve plegado inverso a la estructura, en el que destacan una serie de sinclinales colgados separados por pliegues anticlinales, cuyos ejes han sido vaciados por la erosión en profundas depresiones -combes- que dejan en resalte un impresionante relieve de crestas y escarpes. Sobre esas depresiones se han trazado las vías que permiten la comunicación entre la llanura y la sierra, y, a través de la Tierra de Pinares, hasta Soria. Una dirección predominante noroeste-sudeste es la que marca las alineaciones de los principales elementos de este territorio: Sierra de Peñalara, Sierra de las Mamblas, Sierra del Gayubar, Peñas de Carazo y Peñas de Cervera. Sinclinales colgados con altitudes comprendidas entre los 1.300 m y los 1.450 m. Estos relieves, maravillosa fortaleza natural, han creado un paisaje de espléndidos miradores: espectaculares los de Peñalara, La Muela, en la Sierra de las Mamblas y la Valdosa. 

La belleza de este espacio no viene dada sólo por las formas del relieve, sino porque en ellas se cobija y se mezcla gran variedad de especies vegetales. Es el paraíso de la sabina albar a la que acompaña la encina. Pero estas dos especies mediterráneas se mezclan con otras propias de las zonas húmedas, que colonizan las vertientes septentrionales y las umbrías en las que se conservan magníficos bosques caducifolios de quejigo, roble rebollo, roble albar y algunas hayas, con un cortejo de matorrales en los que la gayuba se mezcla con enebro, aulaga, espliego, tomillo y romero. La variedad de ecosistemas que sustenta este territorio se completa con una abundante representación faunística, tanto de mamíferos -gato montés, tejón, jineta, corzo, jabalí, nutria, garduña y lirón careto-, como de aves. Es riquísima la variedad de aves en los bosques caducifolios y en las crestas.

Abundan el búho real, el halcón peregrino, las águilas y los buitres, cuya contemplación resulta espectacular en el llamado Valle de los Buitres, en la Sierra del Gayubar. Pero no es menor la presencia de numerosas aves acuáticas como la gallineta de agua, la garza real, el zampullín o el somormujo.

Desde los manantiales de Fuente Sanza en la vertiente meridional de la Sierra de Neila y tras recoger las aguas de la Sierra de Quintanar, el río Arlanza discurre a lo largo de 130 km por la provincia de Burgos, cruzándola de este a oeste. Es tanto el amor que tiene este río a las tierras burgalesas que, en cuanto las abandona, necesita unirse al Arlanzón y solamente resiste su camino en soledad por la provincia de Palencia cinco kilómetros más. El Arlanzón es un río de caudal irregular que ha modelado un paisaje natural de fuerte personalidad histórica y gran importancia cultural.

En su primer tramo, hasta Castrovido, es completamente serrano y modela los relieves de la altas tierras de la Demanda. Es a partir de engrosar sus aguas con los aportes del río Pedroso cuando el Arlanza comienza a dar su nombre a la comarca.

El paisaje que marca la depresión entre Peñalara y las Mamblas está presidido por la silueta de la Sierra del Gayubar, una cresta calcárea grandiosa que se une con extraordinaria majestuosidad al valle mediante un talud tapizado por la sabina albar. El responsable del desnivel de 200 m es el Arlanza, que en este tramo medio atraviesa los pliegues de la orla secundaria a través de un largo desfiladero labrado entre las sierras del Gayubar y de las Mamblas. Es un cañón en cuyo fondo el agua ha trazado apretados meandros que van ensanchando la base del valle y a su vez ha dejado en resalte potentes crestas y vertientes verticales. El paisaje vegetal es hermosísimo por los contrastes de color de la sabina, que mantiene perenne su verde oscuro y tupido, y los colores vivos, jugosos y cambiantes de las frondosas especies del bosque de galería que cubren el fondo del valle. La Sierra del Gayubar, por sus formas de relieve, por su variedad vegetal y riqueza faunística, está englobada dentro del espacio natural de protección denominado la Yecla y los Sabinares del Arlanza. La Yecla es una profunda y estrechísima garganta tallada por el arroyo del Cauce al aprovechar una de las múltiples fallas de Peñas de Cervera. La instalación en este paraje de una pasarela colgada en la zona próxima a la corriente permite disfrutar de una de las experiencias más sobrecogedoras y emocionantes al recorrer, en medio del estruendo del agua, un paisaje kárstico con rápidos, cascadas, marmitas de gigante y sumideros, entre potentes bancos de calizas de paredes completamente verticales y desniveles de 100 m.

Poco después de regar la gran hoya de Covarrubias -de clima tan benigno y ameno que todas las faldas de las cuestas que miran hacia el pueblo están cuajadas de árboles frutales y viñas- el río abandona la sierra en Puentedura, donde recibe al río Mataviejas tras salir éste de su cañón. A partir de ese momento y a lo largo de un prolongado tramo de unos 60 km, el río, ya en la cuenca, discurre por materiales terciarios, labra un ancho valle en artesa con vertientes tendidas y deja en su margen izquierda uno de los balcones más hermosos diseñado por la mano del hombre: Lerma.

El río Alanza lleva poca agua la mayor parte del año, pero sus inundaciones frecuentes en épocas de deshielo o de fuertes lluvias no van en balde. Es en estos momentos cuando ocupa con sus turbulentas aguas todo el lecho mayor y cuando forma unos magníficos meandros. Varios pueblos asentados en valle, como Puentedura, Quintanilla del Agua, Báscones del Agua, Santillán del Agua, Ruyales del Agua, Paules del Agua, cuyo topónimo “agua” indica su abundancia, sufren a menudo inundaciones. Un serpenteante bosque de ribera con álamos, chopos, alisos, fresnos y sauces denotan con claridad la existencia de este aparato fluvial durante el estío, aunque su lecho esté seco.

La singular arquitectura popular hecha de tapial, adobe y entramados de madera presentesen Ura, Puentedura, Covarrubias, o Retuerta, anuncia una presencia humana que ha dejado también sus huellas. Unas tangibles y de incomparable valor cultural y de reconocimiento universal en San Quirce, Santo Domingo de Silos, Covarrubias o Lerma; otras intangibles sustentadas en un paisaje de ilustres ruinas de enorme significado patrimonial: como en el Picón de Lara, San Pedro de Arlanza o San Pelayo.

A partir del siglo IX, el valle del Arlanza se convirtió en una etapa importante en el avance hacia el Duero, desde la que los repobladores cristianos fijan una frontera temporal. De modo que las tierras de Lara y del Arlanza adquieren un papel protagonista y forman parte del imaginario colectivo construido por los cantares de gesta y los mitos. La historia se hace densa en la Sierra de Lara con sus monumentos funerarios, castros celtas, restos romanos, ermitas visigóticas y torres arruinadas, igual que en el Arlanza, río simbólico de Castilla, por cuyos bosques y riscos vagan los espíritus de sus héroes fundadores. El duro y trágico paisaje de las Mamblas, de Lara, de Carazo, del Arlanza, fue el bastidor para dibujar y desarrollar buena parte de los hechos que cantan los poemas de Fernán González y de Los Siete Infantes de Lara. En los meandros silenciosos, casi mágicos del Arlanza, en las tierras de Lara, la ruinas de altivos castillos, soberbios monasterios o delicadas ermitas son testigos mudos, notarios de una larga tradición que nos impiden olvidar los orígenes de la Castilla heroica.

En este marco geográfico se combinan formas, colores, luces, presencias, huellas de vida humana y elementos naturales creando espacios que hacen agradables los momentos de ocio y recreo.

Esta zona serrana ofrece imágenes de un mundo que se extingue: el aroma de la sabina albar, el olor a leña por las calles de los pueblos, la celebración de la matanza, la bienvenida a la primavera la última noche de febrero con el canto de las Marzas, la fiesta de la cereza, la elaboración de carbón de encina, y los encuentros con la tradición y el patrimonio etnográfico en sus múltiples facetas son alguna de esas sensaciones maravillosas e inolvidables de entrar a fondo en la vida rural.

En su agreste paisaje, que ofrece una gran riqueza cinegética, se mantiene una explotación ganadera y de agricultura tradicional, que contrasta con la transformación del espacio productivo visible a partir de Covarrubias, en el entorno de Lerma y hasta los núcleos enclavados en el interfluvio del río Cubillo: Villahoz, Mahamud o Santa María del Campo. En este sector de la vega del Arlanza, unas modernas explotaciones agrícolas, con cultivos de cereal, huertas y viñedo, e importantes granjas ganaderas se combinan con nuevas y diversificadas instalaciones industriales, entre otras, las ligadas a la producción de vino de calidad, con la referencia de vinos del Arlanza. Lerma es hoy un núcleo moderno, catalizador de industrias y de servicios. El campo de golf y el Parador Nacional de Turismo, en el antiguo palacio del Duque, impulsan extraordinariamente el sector comercial y de servicios de esta modélica ciudad barroca, en especial, los ligados al turismo, que dispone ahora de un lugar que merece la pena no perderse. B.B.

Fuente Patronato de Turismo de Burgos.

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