"La Muela de Quintanilla" al atardecer.



LA MUELA DE QUINTANILLA


Cuenta Ptolomeo en su “Geografía” del Siglo I después de Cristo que entre otros pueblos de la Iberia Vieja, que moraban de la provincia de Burgos, estaban los TURMOGOS.

Los Turmogos, como indica su raíz (Turma= ganado), eran aquellas gentes que, pastoreando generalmente vacas, “dominaban las técnicas de los ganados”, conocían los secretos de su cuidado y su fertilidad, así como los caminos o cañadas por las que trashumar, los manantiales de aguas más benefactoras y otras muchas sabidurías heredadas desde milenios.
Los Turmogos, tal y como lo cuentan los nombres de sus ciudades (Deobrígula, Segisama, Ambisma, Sisaraca y Bravum) adoraban, sobre las mesetas que les rodeaban, a Zeus –Padre de los Dioses-, Isis –Diosa de la Sabiduría, la Intuición y la Fertilidad-, Ares -Dios de la Guerra, etc, Dioses a los que pedían favores y a los que también agradecían su generosidad.
Y sucedió que tras un período de larga paz y prosperidad ganadera y comercial, llegaron a Iberia tribus de pueblos Celtas a caballo que previamente habían recorrido y saqueado Europa, procedentes del centro de Asia. Pese a la resistencia de los pueblos ibéricos, los Celtas consiguieron dominar buena parte de la Península, viviendo de los impuestos, sobre zonas altas desde donde ejercían la vigilancia. 
Al llegar a la zona de los Turmogos ocuparon el templo a Zeus, sobre el que construyeron una muralla perimetral y una ciudad a la que los romanos llamarían Bravum (la Brava); luego Deobrígula (otro templo a Zeus), Segisama (Pico Sagrado de la Victoria) y Ambisna (Dos picos Sagrados).
Pero por alguna mágica razón no ocuparon la Muela de Quintanilla. Y esa mágica razón quedó escrita en el suelo y el nombre de sus pueblos así lo atestigua: Mazuelo y Mazuela (ambos términos procedentes del latín) que significan “Trono de Marte” en singular y plural.
Por si fuera poco, una inscripción epigráfica de la zona rezaba “Arci Munio” o Montaña Protectora.
Las luchas fueron cruentas como lo expresa la toponimia y lo serían también más tarde, durante la romanización, dado el interés por sus riquezas de los nuevos invasores.

Lo cierto es que la Muela de Quintanilla jamás fue ocupada por los Celtas, de modo que Marte siguió ocupando su trono por los siglos de los siglos. 

Pero pasaron más y más siglos y las gentes olvidaron el agradecimiento entre los números de sus cuentas corrientes; la meseta se vendió, los pueblos se fueron abandonando y el olvido sumió a la zona en la desesperanza. Una cantera de caliza horadó el corazón de Marte y este acabó esparciendo su ira sobre las gentes en forma de sequía y residuos tóxicos, malestar, enfermedades y más abandono.

Hoy las gentes luchan contra estas consecuencias y, aunque enfadado, Marte volverá a protegerlas cuando entiendan que la tierra que les vio nacer necesita, al igual que ellos, respeto, cariño y el más sincero de los agradecimientos.

Con el corazón, vaya nuestro cariño para las buenas gentes de Muñó.

ISABEL BARRIO